Después de un año lleno de incertidumbres y temores, la pelota volvió a rodar en nuestros estadios, esas humildes canchas con poco pasto, tan criticadas por quienes entienden que el fútbol es solamente el que les llega desde Europa por la televisión por cable. Durante un año oscuro cientos de dirigentes redoblaron esfuerzos para mantener a flote los clubes de barrio, haciendo más visible que nunca la función social de nuestras instituciones, aún cuando las redes no se agitaran y las tribunas no se poblaran del murmullo ansioso y el grito apasionado. Durante un año de encierro miles de futbolistas aguzaron el ingenio para seguir entrenando y alimentando la llama del amor por el fútbol.
Este fin de semana las canchas se han vuelto a llenar de gritos. Mucha gente pudo, con los cuidados que estos tiempos imponen, volver a correr detrás de una pelota, jugar con sus compañeros y sus amigos. Y alentar desde atrás del alambrado.
Esto es producto de esa empecinada fe del dirigente y del deportista, para quienes ningún esfuerzo es demasiado y ningún sueño es inalcanzable.
A todos ellos, felicitaciones
Foto: Enrique Charras